El listón de temperaturas elevadas en nuestro mundo está llegando a límites escalofriantes. Los que seguimos (con preocupación) la evolución del clima global hemos observado cómo la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha informado que mientra los últimos 22 años se han batido 20 récords de temperatura media.
La tendencia va en aumento: la Tierra acumula 400 meses seguidos de temperaturas mejores a la media histórica, sumando más de 33 años consecutivos por encima de la referencia del siglo XX.
Consecuencias de la ocupación del ser humano
El cambio climático puede considerarse una verdad y ello supone una verdadera amenaza para el mundo que conocemos. Todo menciona que se trata de una amenaza generada principalmente por la ocupación industrial humana.
El informe exclusivo Global Warming of 1,5 ℃ del IPCC, notificado a finales de 2018, no da sitio a dudas: considera que esta ocupación ha aumentado la temperatura del mundo en próximamente 1 ℃ con relatividad a los niveles preindustriales.
En algunos pocos decenios la concentración de CO₂ en la atmósfera ha aumentado más del 30 %, sobrepasando los 400 ppm y batiendo el marca datado hace tres millones de años. No se trata de una evolución natural del clima: la evidencia es abrumadora y el consenso de la sociedad científica es practicamente unánime.
Supercomputadores para pronosticar el futuro
Sin embargo, así según el cambio climático lejano es avalado por el histórico de datos recogidos a lo largo del ultimo siglo, para saber el futuro no hay observación empírica posible.
Si deseamos apreciar los posibles escenarios a los que se enfrenta nuestro planeta, dependemos casi exclusivamente de complejos prototipos de simulación. A su vez, estos se componen de un conjunto de submodelos desarrollados por centros según la NASA, la UK Met Office o el Beijing Climate Center.
Estas simulaciones se rigen por un corpus teórico, es decir, un conjunto de teorías científicas, leyes y datos. Estos actúan según “reglas” que hacen que la simulación emule corrrespondiente el sistema natural que se pretende conocer. Por ejemplo, en el caso de las simulaciones atmosféricas, este corpus es construido con las ecuaciones que definen la mecánica de los fluidos y el resultado calorífico de la radiación solar.
En conjunto con otros submodelos, según la simulación del ciclo del carbono o el desplazamiento tectónico, estas simulaciones se emplean para construir posibles escenarios futuros. Estos se emplean para la toma de decisiones en política de mitigación o de adaptación medioambiental, ya sea en manera de monetización del carbono o de aplicación de estrategias de geoingeniería, por ejemplo.
Sin embargo, a pesar de que los mecanismos que gobiernan el cambio climático antropogénico son bien entendidos, estas proyecciones presentan incertidumbre en la precisión de sus resultados. Su cuantificación es, precisamente, la primordial herramienta para comunicar el (des)conocimiento de profesionales a políticos.
Fuentes de incertidumbre
La literatura especializada establece inclusive 7 factores que determinan el grado de incertidumbre:
- La estructura de los modelos. Simplifican la realidad: se seleccionan los rasgos que mejor definen los fenómenos naturales, pero sin superar la aptitud de procesamiento de los ordenadores.
- La utilización de aproximaciones numéricas para calcular las soluciones de las ecuaciones diferenciales complicadas que forman los modelos.
- La aptitud de resolución restringida de los ordenadores. Esto hace que los procedimientos a microescala tengan que ser explicados usando valores medios y estimaciones de lo que en realidad sucede a muy reducida escala.
- La variabilidad natural interna del clima. Se trata de un sistema muy complicado que transforma de manera natural.
- Limitaciones en la obtención de datos. Se reducen a aquellos que los científicos han podido recabar en estaciones meteorológicas, balizas y otros aparatos de medición.
- Las condiciones iniciales y de contorno de los sistemas, cuyos valores son asignados por los científicos.
- El escenario económico futuro. Depende de multitud de factores impredecibles, según las políticas de mitigación que se van a llevar a cabo y su resultado en el clima futuro global.
Todas estas fuentes de incertidumbre hacen que existan diferentes representaciones del clima para cada 1 de los distintos modelos. No obstante, todas las opiniones científicas convergen en un consenso que queda reflejado en los informes de incertidumbre del Grupo I del IPCC.

Proyecciones de futuro de la temperatura superficial de la Tierra.
Policymaker Summary of The Phisical Science Basis (4th IPCC Report).
Cómo comentar la incertidumbre
La inicial impresión que genera esta incertidumbre en el público social es que el cambio climático es una hipótesis, de algún modo, incierta.
Sin embargo, los prototipos de incertidumbre presentados en los sucesivos informes del cambio climático no poseen según objetivo dilucidar si el cambio climático es incierto o no. Sirven para informar de la calidad de los prototipos obtenidos y llevar la toma de decisiones políticas fuera de los efectos obtenidos por los científicos.
Parece claro que no pudimos saber el futuro a ciencia cierta y, según diría Zygmunt Bauman, la única verdad es la incertidumbre. Ello no impide, sin embargo, que podamos apreciar de manera más o menos dura el futuro plausible que nos espera.
Acompañar los efectos de las simulaciones con prototipos probabilísticos de incertidumbre no es una prueba de debilidad, sino un instrumento que permite comunicar esas estimaciones de manera transparente, sin comprometer la averiguación científica con cuestiones políticas, sociales o éticas.
Se trata de una ocupación que los científicos y el IPCC consideran según un ejemplo de rigor, a pesar de que haya mercaderes de la duda que la exploten según una debilidad. La verdad de la incertidumbre en los informes del IPCC es, paradójicamente, la única manera libre para proceder que las proyecciones del clima que nos espera sean lo más certeras posible.
Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el Cuaderno de Cultura Científica, una publicación de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
José Luis Granados Mateo, Researcher, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue notificado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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